"El viento, como la propia vida, va calmando la mano, adormeciendo el cerebro, mostrando un paraíso inexistente y ocultando la furia de la carne..."

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- Con frecuencia, Dolors Alberola ha suscrito esa frase de Pessoa, según la cual el poeta es un fingidor, a pesar de que su poesía -sin por ello incurrir en excesos autobiográficos- sigue de cerca el hilo de la vida: ¿qué cosecha vital podemos recoger en este libro?

-En este libro podemos cosechar la historia de un dolor, de una increencia, de un amor exhaustivo hacia las cosas, de la imposibilidad del olvido.

- En el plano formal, media un largo camino entre las audacias vanguardistas de La quejumbrosa vida de John Stimberg, Historias de snack-bar o Ire(ne) Lanuit y el virtuosismo técnico de libros magistrales como Acaso más allá, El libro negro, Arte de perros, De donde son las voces y este espléndido Del lugar de las piedras. ¿Qué se ha llevado el viento? ¿Qué se ha logrado a cambio?

- El viento se ha llevado la libertad de la voz, la juventud, el salto, el juego entre la palabra y la mano y ha traído, a cambio, la filigrana del sonido, la esclavitud de la medida áurea, el acercamiento a las formas poéticamente correctas –bajo el punto de vista mayoritario-. El viento, como la propia vida, va calmando la mano, adormeciendo el cerebro, mostrando un paraíso inexistente y ocultando la furia de la carne, a la par que nos cierra las cancelas de ese paraíso primero de la palabra. Ahora tengo un verdadero corcel que baila, como los caballos jerezanos, mostrando sus dotes de academia. Antes tenía un potro, un potro desbocado y hermoso como el cuerpo que no pretendía domeñarlo.