- En la obra reciente de Dolors Alberola aparece con mucha frecuencia la cuestión de lugar, el ubi latino, que salta a la vista en títulos como De donde son las voces y este último, Del lugar de las piedras, ¿por qué?
- Por la preocupación hacia el no-lugar, la noche o el vacío. Ello me hace situar lo firme, lo pasado aún en la memoria, lo etéreo mas tangible. Buscar parámetros para saber algo sobre nosotros mismos y destruirlos después, para ir más allá, al olvido de lo superfluo y la búsqueda de lo que no sabemos si existe.
- ¿Y cuál es el lugar de las piedras? La pregunta no es caprichosa ni, menos aún, inocente, cuando va dirigida a una autora cuya poética insiste en la anulación del espacio y el tiempo...
- Por la preocupación hacia el no-lugar, la noche o el vacío. Ello me hace situar lo firme, lo pasado aún en la memoria, lo etéreo mas tangible. Buscar parámetros para saber algo sobre nosotros mismos y destruirlos después, para ir más allá, al olvido de lo superfluo y la búsqueda de lo que no sabemos si existe.
- ¿Y cuál es el lugar de las piedras? La pregunta no es caprichosa ni, menos aún, inocente, cuando va dirigida a una autora cuya poética insiste en la anulación del espacio y el tiempo...
- El lugar de las piedras es doble, la memoria y la eternidad pasajera. Me explico: ellas son más durables que el hombre y por ello nos cuentan con mayor credibilidad la historia. Esa eternidad pasajera es la que desea el ser que teme a la muerte, durar más, un poco más, acercarse como ellas al límite de lo posible.